Cara o cruz
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Cara o cruz
La moneda consejera.
El día de su doceavo cumpleaños, Octavio VIII recibió de sus padres el mismo regalo que, al cumplir la misma edad, recibieron todos y cada uno de los miembros de su familia. El regalo, una diminuta moneda de cobre, los había conducido a lo largo de muchas generaciones —según palabras de su padre, Octavio VI— a tomar las decisiones más acertadas en cada momento.
A Octavio no le hizo falta preguntar su funcionamiento. Había visto a sus primos mayores hacer uso de la moneda, y del mismo modo que sabía que cuando cumpliera los doce años le harían entrega de tan valorado regalo, sabía todo lo demás. A la pregunta de si debía o no hacer tal o cual cosa, la cara era un sí, y la cruz, un no. Era fácil, muy fácil, pero ante todo, era útil. La moneda le aconsejaba siempre la mejor de las opciones. Siempre le venía a la memoria la suerte de su tío Sixto III, el cual, estando frente a una administración de lotería, se preguntó si alguno de los números expuestos sería portador de algún premio importante. Sacó la moneda del bolsillo, abrió el puño y descubrió la cara de la moneda, una cara deforme, inexpresiva, grabada toscamente sobre el metal. Tío Sixto, en ese momento, comenzó a formular la misma pregunta con cada uno de los números que colgaban tras el cristal hasta dar con el ganador. A su padre, en cambio, siguiendo el ejemplo de su hermano Sixto, aunque la moneda le mostrara la cara, nunca le salieron premiados los números que compraba. Su suerte, se dijo, caminaba por derroteros bien distintos. Y bien cierto era. La moneda llevó al padre de Octavio a triunfar en los negocios, acertando en todas y cada una de las decisiones que tomaba.
Octavio estaba emocionado. No veía fin a la multitud de consultas que se le agrupaban en su cabeza. Pero ya con la moneda en la mano, consideró trivial hacer uso de ella —al menos la primera vez— con fines materiales. Ya tendría tiempo para eso, pensó, así que se guardó la moneda en el bolsillo y salió a la calle con la intención de reflexionar sobre dicha cuestión.
Tras poco más de media hora de paseo sin rumbo ni dirección, Octavio llegó a un parque cercano a su colegio. Allí, junto a varias compañeras de clase, se hallaba Clara, la niña de la que Octavio estaba enamorado desde el día en que la conoció, hacía ahora seis años. Reía y charlaba con sus amigas. Octavio la encontró muy guapa con aquel vestido blanco y amarillo. La observó largo rato desde la distancia y vino a él, de forma natural, su primera pregunta: ¿debía o no confesarle lo que sentía por ella? De repente notó que la mano con la que sujetaba la moneda sudaba desagradablemente. Pensó —a su manera— que si la moneda le aconsejaba declararse, tal vez fuera porque, para su buen desarrollo emocional, debía experimentar el desengaño amoroso. En aquella penosa disyuntiva se hallaba, y se dijo que, si en algo tan importante como aquello de poco le servía la moneda, de nada le serviría en lo futuro, así que, se sacó la moneda del bolsillo y la tiró. Clara, que en uno de sus movimientos lo reconoció, agitó la mano a modo de saludo y corrió hacia él. Octavio la esperó.
—Eh, ¡felicidades! ¿Qué haces por aquí?
Octavio se puso colorado.
—Nada. Volvía para casa.
—Yo estoy con... bueno, con ellas.
—Sí, ya veo. —Octavio sonrió.— Bueno, ya me iba.
Clara no pudo disimular su decepción ante la aparente premura de su amigo. Se dijeron adiós, y mientras Octavio se alejaba, la niña se preguntó si, algún día de estos, haría bien en confesarle lo mucho que le gustaba. Antes de volver con sus amigas, la joven niña vio en el suelo un objeto redondo y brillante. Parecía una moneda. La recogió, y al levantarse y observarla, descubrió que, desde la palma de su mano, una cara inexpresiva y adusta la miraba con impertinencia.
simut{SCAR}- Mensajes : 14
Fecha de inscripción : 21/08/2010
Re: Cara o cruz
como te dije, me encanta. Me gusta como Octavio reflexiona sobre los pros, los contras hasta hacer un nudo de si es sí, es para que se haga más fuerte con el desengaño.
Y total, que al final se la queda Clara sin saber ni para qué sirve.
Siempre es un placer leerte, un beso simut. Y gracias por el comentario.
Y total, que al final se la queda Clara sin saber ni para qué sirve.
Siempre es un placer leerte, un beso simut. Y gracias por el comentario.
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