Amo_Hambriento ;)
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Amo_Hambriento ;)
Amo hambriento
Acabo de salir del trabajo y conduzco despacio por la carretera que lleva hasta casa. Mi perra está allí esperándome, seguramente viendo una película o chateando con amigos comunes... y yo, esclavo de mi ansia, me muero por abrir la puerta para, justo después del oír chasquido de las llaves, escuchar esa voz tierna y sonriente que me llena diciéndome: “Hola, Amo”. Sólo de esa manera sé que he llegado a mi hogar.
La de hoy es una noche especial. No por nada en concreto, sino porque de un tiempo a esta parte todas lo son. Tengo mucho que celebrar y mucho que agradecer... así que cruzo el umbral con una sonrisa y camino en dos zancadas la distancia que me separa de ella.
La abrazo y la estrecho fuerte contra mi cuerpo. Inmediatamente ella, sin poder evitarlo, levanta la cabeza y me busca la boca... pero soy yo quien la encuentra, soy yo quien la caza de un mordisco cariñoso separando sus labios humedecidos y disfrutando bien de su sabor. Mi lengua penetra su boquita dulcemente, endurecida por el deseo, y se entrelaza con la suya para, a ritmo creciente, fustigarla con locura y con hambre. Tanta hambre... tantas horas sin ella...no puedo creer que por fin esté conmigo, solo para mí...
Me encanta jugar con su lengua y ella lo sabe. Loca de placer me la entrega para que yo la acaricie con la mía, la enganche suavemente entre los dientes, la persiga, la retuerza, la succione...
Sin dejar de besarla, engarfio los dedos entre los rizos de su pelo y tiro fuerte hasta que le hago echar hacia atrás la cabeza. Su cuello blanco queda expuesto a mí, extendido y pulsante, y no puedo resistirme a rodar con los labios por la curva de su barbilla para probarlo. Clavar los dientes en su piel hasta arrancarle un gemido es una auténtica delicia... la muerdo otra vez y de súbito me golpea las fosas nasales una oleada a sexo caliente; lo conozco bien: es el olor de su coño, tembloroso y empapado... un olor que mi perrita no puede evitar y que a mí me vuelve loco.
Trepo trazando un camino de lengüetazos y dentelladas hasta su orejita y le pregunto en un susurro cómo le ha ido el día. Sonrío contra su oído cuando me responde con voz entrecortada un “muy bien, aunque ahora mejor, Amo”. Mordisqueo con malicia el cartílago de su oreja y sin moverme ni un milímetro le pregunto cómo está... su respuesta es breve y concisa, como es habitual en ella, y la verdad es que no me sorprende:
“Estoy cachonda, Amo...”
--Déjame comprobarlo—le gruño yo como un animal.
Mientras le digo estas palabras deslizo la mano entre sus piernas y comienzo a jugar con la goma de sus bragas. Es increíble lo cochina que es mi perra: por encima de la tela ya la noto ardiente y chorreando tanto que me moja las puntas de los dedos.
Vuelvo a atraerla hacia mí para comerme su boca una vez más e introduzco con firmeza un dedo entre sus pliegues... no me hace falta moverlo demasiado para que se me empape, pero aún así la pajeo un poquito de lado a lado tanteando su inflamado clítoris sólo de pasada. Ella se deshace, se retuerce y sin poder contenerse gime dentro de mi boca...se agita, se mueve, separa las piernas buscando mi dedo con su centro de placer...y yo estoy tan caliente que no pienso, tan caliente que en ese momento sería capaz de hacerla de todo y que de hecho necesito hacérselo o me quemaré.
Saco los dedos de su coño con brusquedad y se los llevo a la nariz y después a la boca. Me gusta que huela y pruebe ese sabor a coño de perra, coño siempre hambriento de su Amo. Ella me conoce y, armándose de valor, levanta la cabeza y me mira con ojos de vicio mientras saca la lengua para chuparme los dedos. Sabe que me gusta que me mire así... sabe que me pone muy cachondo ver cómo disfruta.
Escucho sus jadeos de súplica—necesita y quiere más, y me gusta que me pida—cuando le doy un azote cariñoso y le coloco las muñequeras de cuero para atarle las manos a la espalda. Sin soltarla los cabellos la arrastro al dormitorio y la lanzo--con cuidado, eso sí-- sobre la cama, para a continuación atornillarla al colchón apretándola con mi propio cuerpo, mi lengua explorando fuerte dentro de su boca como si fuera la broca de un taladro y mis dedos pellizcando y retorciendo sus pezones por encima de su camiseta.
Separo mi boca de la suya para tomar aire y aprovecho para mirarla a la cara. Inevitablemente sonrío, y si me descuido se me humedecen los ojos a causa de la oleada de amor que me atraviesa: un puño dulce que me golpea justo en el pecho y me retuerce el alma. Ella me mira relumbrante de deseo, las pestañas aleteando como mariposas sobre sus pupilas dilatadas, las mejillas enrojecidas por la excitación... su pecho baja y sube en un baile incontrolado. Siento unos deseos terribles de tomarla justo en ese momento pero me contengo...
Hago un esfuerzo sobre humano por retirarme unos centímetros y la contemplo agitarse levemente sobre las sábanas. Estiro el brazo para acariciarle la mejilla, la enfebrecida frente, los labios entreabiertos y lascivos... me inclino sobre ella para lamer la sal de su piel como un león enfermo y sediento, y le explico pausadamente lo que voy a hacer a continuación: azotarla hasta hacerle sangre y hasta que se corra las veces que sea capaz.
Ya me conoce cómo soy azotando. Me responde con un gemido ahogado y separa inconscientemente –o al menos eso es lo que me parece—las piernas, provocando esto último que el olor de su coño vuelva a estrellarse contra mi nariz y flote por toda la habitación. Descargo una fuerte palmada sobre su vulva por tal atrevimiento; el sonido que hacen sus bragas cuando la palma de mi mano se estrella contra la tela es semejante a un sordo chapoteo. No puedo resistirme y me sumerjo un segundo entre sus piernas, incrustando la nariz en la raja que se recorta bajo la tela... se me escapa un mordisco y ella levanta las caderas para recibirme; atrapado en su dulce profundidad deslizo la lengua con decisión un par de veces recorriendo su abertura y vuelvo a morder los generosos pliegues con deseo.
Jadeando le recuerdo lo mucho que amo a mi perra cerda y le conmino a que adopte la posición mientras voy a buscar el látigo.
Ella se coloca,obediente, de rodillas sobre el colchón con la cabeza sepultada en la almohada, levantando bien el culo para que yo pueda tener libre acceso a su coño y a su ano.
Pero el oír la palabra látigo la ha secado un poco, hecho que compruebo cuando la acaricio a mi vuelta para valorar cómo está.
Me inclino hacia su oído para besarla y tranquilizarla, sin dejar de acariciar su sexo hasta que siento que se vuelve a humedecer de cálido deseo y que sus labios se abren como los pétalos tiernos de una flor. La acuno entre mis brazos y le recuerdo que sé lo que hago y que, ya desde el primer día en que nos conocimos le dije que antes de hacerla daño me moriría... le digo lo que ella ya sabe: que puede confiar en este Dominante que aparte de ser su Amo la ama como no ha amado a nadie jamás.
Ella sonríe con timidez y levanta más el culo, adaptándose al ritmo de mis caricias. Comienza a disfrutar de nuevo, a gemir y a moverse en torno a mis dedos que la recorren y la frotan cada vez más rápido, como sé que le gusta.
La AMO. Ella lo sabe (ojalá lo sepa). Lo siente (ojalá lo sienta).
Sabe que me gusta calentarle el culo con las manos y la pala antes de usar el látigo...
Cuando la siento al borde del orgasmo, paro de masturbarla y de un tirón le bajo las bragas hasta las corvas. La doy un buen azote con la palma de la mano, azote que le cubre ambas nalgas, y a ella se le escapa un bufido de placer. Vuelvo a azotarla el culo con más fuerza, en la parte más carnosa, cerca de su periné y rozando su coño. Cuando mi mano se ha estrellado unas doce veces y la noto tan caliente o más que las nalgas de ella, descargo la pala con intensidad. Su culo se desplaza por la contundencia del azote y el golpe suena como un disparo. Mi perra gimotea y mueve el culo dándome a entender que quiere más pala... y no la hago esperar.
Después de los veinte primeros azotes con la pala paro para comprobar cómo está, encontrando su coño tan mojado que parece que se ha meado. Me río, igual que ríe un niño, feliz, y ella ríe también levemente avergonzada... mi perrita es tímida para estas cosas aunque sabe que a mí me encanta verla gozando y feliz como marrana en charco de barro. Me vuelvo a acercar a ella sin sacar los dedos de su coño y le pregunto quién es la más puta de todas las perritas... quién es la puta de su Amo a la que este adora como a su más preciado tesoro, quién es la nena cerda de su Amo a la que éste ama a muerte, hasta no poder amar más porque le explotaría el alma...
Ella me responde y grita cuando me agito dentro de ella... pellizco sus castigadas nalgas y le advierto por su bien que no se corra todavía, que su orgasmo es mío y lo tendrá sólo cuando yo disponga y quiera.
“No te corras, perra, por tu bien... no me la juegues...”
Le pregunto si quiere más pala y gime—casi chilla--que sí, que la quiere...
“Amo... por favor...”
Pues no pases apuro, perra mía...
Vuelvo a la carga con la pala... y pierdo la cuenta...
Entre cien y cientoveinte, calculo.
Mi perra está empapada, caliente, excitada y muy zorra. Su culo está tan ardiente que se podría freir un huevo encima. Su coño chorrea y está tan abierto que mi polla entraría sin resistencia de una sola estocada. Pero todavía no...
Quiero marcarle el culito como se merece y que lo luzca orgullosa.
Me sitúo a pocos pasos de ella y sin dejar que acumule más tensión hago silbar el látigo y lo estrello contra sus nalgas. Mi perra se mueve y resopla al sentir el mordisco de las doce colas sobre su tierna piel. Vuelvo a azotarla esta vez con más fuerza, pero con cuidado. No quiero alcanzarla en la cintura, riñones o caderas. Poco a poco... mi perra no ha sentido muchas veces la caricia del látigo como para yo pretender que lo aguante sin más en otro lugar que no sea su culo previamente caliente.
Continúo azotándola y observo, a la luz ambarina de la lámpara, las primeras marcas que cruzan sus nalgas como culebras amoratadas. Me muero de amor y de deseo cuando las miro.
Me paro de nuevo y la masturbo unos minutos; se está portando muy bien y se lo merece. Está mojadita, se encuentra bien.
--¿Disfrutas perrita?-- le pregunto besándole la mejilla dulcemente.
--Sí... sí...sí, Amo... sí...--gime ella,como hipnotizada. Y es que todo esto la ha ido sumergiendo poco a poco en un trance de dolor y placer, en una espiral donde tanto la rosa como la espina conforman la misma cosa.
--Mi amor, ¿quieres más?
--Sí, Amo... por favor... --jadea--démelo...
Ella me pide y yo casi me corro sólo de oírla. Pero tengo que saber cuándo parar. Si me dejo llevar sé que se me puede ir la mano y eso no puede pasar. Diez latigazos para terminar de marcarla serán suficientes. Sé que mañana, cuando se le enfríe el culito, se acordará de mí y probablemente se cagará en mis muertos en silencio cada vez que se siente... pero ahora no lo nota, ahora está caliente, está cachonda, y quiere que su Amo se lo dé todo. Pues allá va.
Diez latigazos como diez disparos. Diez latigazos en los que se me va la vida. Al terminar, se me ha entumecido el brazo. Y mi perra ha contado... así que sabe lo que ahora toca...
Me arrodillo detrás de ella y le agarro las caderas para acoplarla a mí. Siento su culo caliente sobre mi estómago, agitándose para buscarme la polla. Quiere comersela, fagocitarla con el coño, llenarse de mí... quiere sentirme dentro.
La abrazo desde atrás y le pregunto si esta zorrita quiere que su Amo la folle. La respuesta es tan clara como contundente.
--Jódame Amo, por favor... jódame...
Al instante siguiente me coloco a su entrada y se la clavo con todas mis ganas. Ella grita y se retuerce contra mí sintiendo mi rabo duro. Estiro la mano para masturbarla el clítoris mientras estoy dentro... y comienzo a follarla como me apetece, fuerte, y a frotarla con mis dedos...
Le susurro al oído que mi dulce perrita tiene permiso para correrse pero que tiene que avisarme antes...
--Amo... --resolla ella transcurridos unos minutos de follada--siento el orgasmo que viene...
Esa súplica me llena de lujuria y la bombeo con virulencia.
--Córrete perrita-- le insto con los dientes apretados-- disfruta de tu Amo...
Al instante siento como algo en ella se descontrola. Su espalda se arquea bruscamente y comienza a gritar, la cabeza sofocada contra la almohada. La bombeo dulcemente durante todo lo que dura su orgasmo, hasta el fondo, sintiendo en mi polla sus contracciones y en mi estómago los espasmos de su culo...
Cuando por fin se relaja salgo de ella y me tumbo a su lado para mirarla a los ojos.
Ella baja la mirada y me da las gracias...
--No hay por qué darlas...--le contesto, y es cierto. Se me hace un nudo de amor en la garganta—gracias a ti cielo mío...
Ojalá pueda ser capaz de hacerle llegar todo lo que yo la quiero. No cabe ni en mil mundos, ni en mil galaxias, ni en mil universos...y sin embargo espero hacérselo llegar a través de mis ojos, de mis manos, de mi voz. ¿Lo verá? ¿Lo sentirá?...
Ella baja de nuevo la mirada y sonríe... sabe lo que tiene que hacer sin que yo se lo diga. Se incorpora con celeridad, y se arrodilla entre mis piernas, con sus manos aún atadas a la espalda, para comerme hasta que me corra en su boca. Llevo tanta tensión encima que exploto y me vierto en ella en cuestión de minutos...
Mi perra, como buena perra cochina que es, lame absolutamente toda la corrida y no deja nada. Levanto unos centímetros la cabeza para ver como aún después de correrme continúa lamiéndome con concentración.
Me incorporo y la tomo suavemente por los hombros para darle a entender que ya puede parar, y la ayudo a sentarse sobre la cama. Sin querer desatarla todavía la abrazo y la beso con pasión...
Y pienso que mañana tengo día libre, y que mi perra va a estrenar—aunque todavía no lo sabe—una preciosa mordaza de bola que la hará babear mientras está colocada en el brazo del sofá que nos hace las veces de potro... es una sorpresa y me muero de ganas de probarlo, sé que le gustará...
Pero ahora lo que deseo es darle un baño refrescante a mi perrita, que se lo merece, y curarle esas hermosas marcas que a partir de este mismo momento comenzará a lucir, ya que irá con el culo al aire siempre que esté dentro de casa, de puertas para adentro, en mi presencia.
Y bueno... dentro del agua es el mejor lugar para permitir que se corra y se retuerza otra vez...
Para mi dulce perrita, con todo mi Amor, esta fantasía que deseo hacer realidad muy pronto...
Tu amo,que te adora,
SCAR.
Acabo de salir del trabajo y conduzco despacio por la carretera que lleva hasta casa. Mi perra está allí esperándome, seguramente viendo una película o chateando con amigos comunes... y yo, esclavo de mi ansia, me muero por abrir la puerta para, justo después del oír chasquido de las llaves, escuchar esa voz tierna y sonriente que me llena diciéndome: “Hola, Amo”. Sólo de esa manera sé que he llegado a mi hogar.
La de hoy es una noche especial. No por nada en concreto, sino porque de un tiempo a esta parte todas lo son. Tengo mucho que celebrar y mucho que agradecer... así que cruzo el umbral con una sonrisa y camino en dos zancadas la distancia que me separa de ella.
La abrazo y la estrecho fuerte contra mi cuerpo. Inmediatamente ella, sin poder evitarlo, levanta la cabeza y me busca la boca... pero soy yo quien la encuentra, soy yo quien la caza de un mordisco cariñoso separando sus labios humedecidos y disfrutando bien de su sabor. Mi lengua penetra su boquita dulcemente, endurecida por el deseo, y se entrelaza con la suya para, a ritmo creciente, fustigarla con locura y con hambre. Tanta hambre... tantas horas sin ella...no puedo creer que por fin esté conmigo, solo para mí...
Me encanta jugar con su lengua y ella lo sabe. Loca de placer me la entrega para que yo la acaricie con la mía, la enganche suavemente entre los dientes, la persiga, la retuerza, la succione...
Sin dejar de besarla, engarfio los dedos entre los rizos de su pelo y tiro fuerte hasta que le hago echar hacia atrás la cabeza. Su cuello blanco queda expuesto a mí, extendido y pulsante, y no puedo resistirme a rodar con los labios por la curva de su barbilla para probarlo. Clavar los dientes en su piel hasta arrancarle un gemido es una auténtica delicia... la muerdo otra vez y de súbito me golpea las fosas nasales una oleada a sexo caliente; lo conozco bien: es el olor de su coño, tembloroso y empapado... un olor que mi perrita no puede evitar y que a mí me vuelve loco.
Trepo trazando un camino de lengüetazos y dentelladas hasta su orejita y le pregunto en un susurro cómo le ha ido el día. Sonrío contra su oído cuando me responde con voz entrecortada un “muy bien, aunque ahora mejor, Amo”. Mordisqueo con malicia el cartílago de su oreja y sin moverme ni un milímetro le pregunto cómo está... su respuesta es breve y concisa, como es habitual en ella, y la verdad es que no me sorprende:
“Estoy cachonda, Amo...”
--Déjame comprobarlo—le gruño yo como un animal.
Mientras le digo estas palabras deslizo la mano entre sus piernas y comienzo a jugar con la goma de sus bragas. Es increíble lo cochina que es mi perra: por encima de la tela ya la noto ardiente y chorreando tanto que me moja las puntas de los dedos.
Vuelvo a atraerla hacia mí para comerme su boca una vez más e introduzco con firmeza un dedo entre sus pliegues... no me hace falta moverlo demasiado para que se me empape, pero aún así la pajeo un poquito de lado a lado tanteando su inflamado clítoris sólo de pasada. Ella se deshace, se retuerce y sin poder contenerse gime dentro de mi boca...se agita, se mueve, separa las piernas buscando mi dedo con su centro de placer...y yo estoy tan caliente que no pienso, tan caliente que en ese momento sería capaz de hacerla de todo y que de hecho necesito hacérselo o me quemaré.
Saco los dedos de su coño con brusquedad y se los llevo a la nariz y después a la boca. Me gusta que huela y pruebe ese sabor a coño de perra, coño siempre hambriento de su Amo. Ella me conoce y, armándose de valor, levanta la cabeza y me mira con ojos de vicio mientras saca la lengua para chuparme los dedos. Sabe que me gusta que me mire así... sabe que me pone muy cachondo ver cómo disfruta.
Escucho sus jadeos de súplica—necesita y quiere más, y me gusta que me pida—cuando le doy un azote cariñoso y le coloco las muñequeras de cuero para atarle las manos a la espalda. Sin soltarla los cabellos la arrastro al dormitorio y la lanzo--con cuidado, eso sí-- sobre la cama, para a continuación atornillarla al colchón apretándola con mi propio cuerpo, mi lengua explorando fuerte dentro de su boca como si fuera la broca de un taladro y mis dedos pellizcando y retorciendo sus pezones por encima de su camiseta.
Separo mi boca de la suya para tomar aire y aprovecho para mirarla a la cara. Inevitablemente sonrío, y si me descuido se me humedecen los ojos a causa de la oleada de amor que me atraviesa: un puño dulce que me golpea justo en el pecho y me retuerce el alma. Ella me mira relumbrante de deseo, las pestañas aleteando como mariposas sobre sus pupilas dilatadas, las mejillas enrojecidas por la excitación... su pecho baja y sube en un baile incontrolado. Siento unos deseos terribles de tomarla justo en ese momento pero me contengo...
Hago un esfuerzo sobre humano por retirarme unos centímetros y la contemplo agitarse levemente sobre las sábanas. Estiro el brazo para acariciarle la mejilla, la enfebrecida frente, los labios entreabiertos y lascivos... me inclino sobre ella para lamer la sal de su piel como un león enfermo y sediento, y le explico pausadamente lo que voy a hacer a continuación: azotarla hasta hacerle sangre y hasta que se corra las veces que sea capaz.
Ya me conoce cómo soy azotando. Me responde con un gemido ahogado y separa inconscientemente –o al menos eso es lo que me parece—las piernas, provocando esto último que el olor de su coño vuelva a estrellarse contra mi nariz y flote por toda la habitación. Descargo una fuerte palmada sobre su vulva por tal atrevimiento; el sonido que hacen sus bragas cuando la palma de mi mano se estrella contra la tela es semejante a un sordo chapoteo. No puedo resistirme y me sumerjo un segundo entre sus piernas, incrustando la nariz en la raja que se recorta bajo la tela... se me escapa un mordisco y ella levanta las caderas para recibirme; atrapado en su dulce profundidad deslizo la lengua con decisión un par de veces recorriendo su abertura y vuelvo a morder los generosos pliegues con deseo.
Jadeando le recuerdo lo mucho que amo a mi perra cerda y le conmino a que adopte la posición mientras voy a buscar el látigo.
Ella se coloca,obediente, de rodillas sobre el colchón con la cabeza sepultada en la almohada, levantando bien el culo para que yo pueda tener libre acceso a su coño y a su ano.
Pero el oír la palabra látigo la ha secado un poco, hecho que compruebo cuando la acaricio a mi vuelta para valorar cómo está.
Me inclino hacia su oído para besarla y tranquilizarla, sin dejar de acariciar su sexo hasta que siento que se vuelve a humedecer de cálido deseo y que sus labios se abren como los pétalos tiernos de una flor. La acuno entre mis brazos y le recuerdo que sé lo que hago y que, ya desde el primer día en que nos conocimos le dije que antes de hacerla daño me moriría... le digo lo que ella ya sabe: que puede confiar en este Dominante que aparte de ser su Amo la ama como no ha amado a nadie jamás.
Ella sonríe con timidez y levanta más el culo, adaptándose al ritmo de mis caricias. Comienza a disfrutar de nuevo, a gemir y a moverse en torno a mis dedos que la recorren y la frotan cada vez más rápido, como sé que le gusta.
La AMO. Ella lo sabe (ojalá lo sepa). Lo siente (ojalá lo sienta).
Sabe que me gusta calentarle el culo con las manos y la pala antes de usar el látigo...
Cuando la siento al borde del orgasmo, paro de masturbarla y de un tirón le bajo las bragas hasta las corvas. La doy un buen azote con la palma de la mano, azote que le cubre ambas nalgas, y a ella se le escapa un bufido de placer. Vuelvo a azotarla el culo con más fuerza, en la parte más carnosa, cerca de su periné y rozando su coño. Cuando mi mano se ha estrellado unas doce veces y la noto tan caliente o más que las nalgas de ella, descargo la pala con intensidad. Su culo se desplaza por la contundencia del azote y el golpe suena como un disparo. Mi perra gimotea y mueve el culo dándome a entender que quiere más pala... y no la hago esperar.
Después de los veinte primeros azotes con la pala paro para comprobar cómo está, encontrando su coño tan mojado que parece que se ha meado. Me río, igual que ríe un niño, feliz, y ella ríe también levemente avergonzada... mi perrita es tímida para estas cosas aunque sabe que a mí me encanta verla gozando y feliz como marrana en charco de barro. Me vuelvo a acercar a ella sin sacar los dedos de su coño y le pregunto quién es la más puta de todas las perritas... quién es la puta de su Amo a la que este adora como a su más preciado tesoro, quién es la nena cerda de su Amo a la que éste ama a muerte, hasta no poder amar más porque le explotaría el alma...
Ella me responde y grita cuando me agito dentro de ella... pellizco sus castigadas nalgas y le advierto por su bien que no se corra todavía, que su orgasmo es mío y lo tendrá sólo cuando yo disponga y quiera.
“No te corras, perra, por tu bien... no me la juegues...”
Le pregunto si quiere más pala y gime—casi chilla--que sí, que la quiere...
“Amo... por favor...”
Pues no pases apuro, perra mía...
Vuelvo a la carga con la pala... y pierdo la cuenta...
Entre cien y cientoveinte, calculo.
Mi perra está empapada, caliente, excitada y muy zorra. Su culo está tan ardiente que se podría freir un huevo encima. Su coño chorrea y está tan abierto que mi polla entraría sin resistencia de una sola estocada. Pero todavía no...
Quiero marcarle el culito como se merece y que lo luzca orgullosa.
Me sitúo a pocos pasos de ella y sin dejar que acumule más tensión hago silbar el látigo y lo estrello contra sus nalgas. Mi perra se mueve y resopla al sentir el mordisco de las doce colas sobre su tierna piel. Vuelvo a azotarla esta vez con más fuerza, pero con cuidado. No quiero alcanzarla en la cintura, riñones o caderas. Poco a poco... mi perra no ha sentido muchas veces la caricia del látigo como para yo pretender que lo aguante sin más en otro lugar que no sea su culo previamente caliente.
Continúo azotándola y observo, a la luz ambarina de la lámpara, las primeras marcas que cruzan sus nalgas como culebras amoratadas. Me muero de amor y de deseo cuando las miro.
Me paro de nuevo y la masturbo unos minutos; se está portando muy bien y se lo merece. Está mojadita, se encuentra bien.
--¿Disfrutas perrita?-- le pregunto besándole la mejilla dulcemente.
--Sí... sí...sí, Amo... sí...--gime ella,como hipnotizada. Y es que todo esto la ha ido sumergiendo poco a poco en un trance de dolor y placer, en una espiral donde tanto la rosa como la espina conforman la misma cosa.
--Mi amor, ¿quieres más?
--Sí, Amo... por favor... --jadea--démelo...
Ella me pide y yo casi me corro sólo de oírla. Pero tengo que saber cuándo parar. Si me dejo llevar sé que se me puede ir la mano y eso no puede pasar. Diez latigazos para terminar de marcarla serán suficientes. Sé que mañana, cuando se le enfríe el culito, se acordará de mí y probablemente se cagará en mis muertos en silencio cada vez que se siente... pero ahora no lo nota, ahora está caliente, está cachonda, y quiere que su Amo se lo dé todo. Pues allá va.
Diez latigazos como diez disparos. Diez latigazos en los que se me va la vida. Al terminar, se me ha entumecido el brazo. Y mi perra ha contado... así que sabe lo que ahora toca...
Me arrodillo detrás de ella y le agarro las caderas para acoplarla a mí. Siento su culo caliente sobre mi estómago, agitándose para buscarme la polla. Quiere comersela, fagocitarla con el coño, llenarse de mí... quiere sentirme dentro.
La abrazo desde atrás y le pregunto si esta zorrita quiere que su Amo la folle. La respuesta es tan clara como contundente.
--Jódame Amo, por favor... jódame...
Al instante siguiente me coloco a su entrada y se la clavo con todas mis ganas. Ella grita y se retuerce contra mí sintiendo mi rabo duro. Estiro la mano para masturbarla el clítoris mientras estoy dentro... y comienzo a follarla como me apetece, fuerte, y a frotarla con mis dedos...
Le susurro al oído que mi dulce perrita tiene permiso para correrse pero que tiene que avisarme antes...
--Amo... --resolla ella transcurridos unos minutos de follada--siento el orgasmo que viene...
Esa súplica me llena de lujuria y la bombeo con virulencia.
--Córrete perrita-- le insto con los dientes apretados-- disfruta de tu Amo...
Al instante siento como algo en ella se descontrola. Su espalda se arquea bruscamente y comienza a gritar, la cabeza sofocada contra la almohada. La bombeo dulcemente durante todo lo que dura su orgasmo, hasta el fondo, sintiendo en mi polla sus contracciones y en mi estómago los espasmos de su culo...
Cuando por fin se relaja salgo de ella y me tumbo a su lado para mirarla a los ojos.
Ella baja la mirada y me da las gracias...
--No hay por qué darlas...--le contesto, y es cierto. Se me hace un nudo de amor en la garganta—gracias a ti cielo mío...
Ojalá pueda ser capaz de hacerle llegar todo lo que yo la quiero. No cabe ni en mil mundos, ni en mil galaxias, ni en mil universos...y sin embargo espero hacérselo llegar a través de mis ojos, de mis manos, de mi voz. ¿Lo verá? ¿Lo sentirá?...
Ella baja de nuevo la mirada y sonríe... sabe lo que tiene que hacer sin que yo se lo diga. Se incorpora con celeridad, y se arrodilla entre mis piernas, con sus manos aún atadas a la espalda, para comerme hasta que me corra en su boca. Llevo tanta tensión encima que exploto y me vierto en ella en cuestión de minutos...
Mi perra, como buena perra cochina que es, lame absolutamente toda la corrida y no deja nada. Levanto unos centímetros la cabeza para ver como aún después de correrme continúa lamiéndome con concentración.
Me incorporo y la tomo suavemente por los hombros para darle a entender que ya puede parar, y la ayudo a sentarse sobre la cama. Sin querer desatarla todavía la abrazo y la beso con pasión...
Y pienso que mañana tengo día libre, y que mi perra va a estrenar—aunque todavía no lo sabe—una preciosa mordaza de bola que la hará babear mientras está colocada en el brazo del sofá que nos hace las veces de potro... es una sorpresa y me muero de ganas de probarlo, sé que le gustará...
Pero ahora lo que deseo es darle un baño refrescante a mi perrita, que se lo merece, y curarle esas hermosas marcas que a partir de este mismo momento comenzará a lucir, ya que irá con el culo al aire siempre que esté dentro de casa, de puertas para adentro, en mi presencia.
Y bueno... dentro del agua es el mejor lugar para permitir que se corra y se retuerza otra vez...
Para mi dulce perrita, con todo mi Amor, esta fantasía que deseo hacer realidad muy pronto...
Tu amo,que te adora,
SCAR.
Re: Amo_Hambriento ;)
Sus fantasias, son mis fantasias.... sus deseos, son mis deseos.... y vamos... q yo tb estoy deseando cumplir esta....
le adora y es feliz estando a sus pies....
su perrita
lamia_de_SCAR
le adora y es feliz estando a sus pies....
su perrita
lamia_de_SCAR
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